La jornada del jueves cerró con un nuevo salto en la cotización del dólar en Argentina, en un contexto marcado por la incertidumbre política, la desconfianza en los mercados y una economía que, pese a los discursos oficiales, sigue mostrando señales de fragilidad.
El dólar oficial minorista trepó hasta los $1.380 en el Banco Nación, mientras que el paralelo o “blue” alcanzó los $1.335, y las cotizaciones financieras como el MEP y el contado con liquidación también registraron aumentos, superando los $1.360 en algunos casos. En total, la moneda estadounidense subió más de 4 % en un solo día, algo que no ocurría desde principios de año.
La reacción del gobierno no se hizo esperar. El ministro de Economía, Luis Caputo, calificó la suba como “exagerada” y responsabilizó a lo que él denominó el “riesgo kuka”, en alusión al temor de los mercados frente a un eventual regreso del kirchnerismo con fuerza al Congreso tras las elecciones legislativas de octubre. Para el oficialismo, la corrida cambiaria es producto del miedo a un posible bloqueo político de las reformas estructurales impulsadas por el presidente Milei.
Sin embargo, más allá de las interpretaciones partidarias, lo cierto es que la presión sobre el dólar tiene múltiples causas. Desde hace semanas, circula en el mercado una cantidad considerable de pesos, resultado de licitaciones del Tesoro y maniobras del Banco Central que liberaron liquidez. A esa situación se suma la falta de señales claras sobre cómo se estabilizará la macroeconomía en el mediano plazo.
Mientras tanto, la escalada del dólar genera preocupación en todos los sectores. Aunque el gobierno asegura que esta vez no habrá un traslado directo a precios, muchos economistas advierten que es inevitable que la suba impacte en la inflación, que en los últimos meses parecía desacelerarse. El aumento del tipo de cambio eleva los costos de importación y presiona sobre los precios internos, en un país donde los salarios siguen sin recuperar poder adquisitivo y la recesión ya golpea el consumo, el empleo y la actividad de las pymes.
En julio, el peso argentino acumuló una devaluación del 12 % frente al dólar. Y si bien el Fondo Monetario Internacional aprobó recientemente un desembolso de 2.000 millones de dólares, los analistas coinciden en que las reservas siguen siendo insuficientes para frenar una demanda creciente de divisas, alimentada por la desconfianza estructural que arrastra el país desde hace años.
El panorama se vuelve cada vez más complejo. El crédito sigue siendo inaccesible para la mayoría, los productos básicos no paran de subir y el humor social se deteriora día tras día. En la calle, los comerciantes ya remarcan precios con anticipación “por las dudas”, y las familias ajustan sus gastos a lo mínimo indispensable.
En resumen, el dólar volvió a actuar como termómetro de una economía que no logra encontrar estabilidad. La pregunta que sobrevuela en cada rincón del país es siempre la misma: ¿hasta cuándo se puede seguir así?