En una jornada de máxima tensión política, José Luis Espert publicó un mensaje incendiario anunciando que “pone a disposición mi renuncia a la candidatura a Diputado Nacional por la Provincia de Buenos Aires” y asegurando que Javier Milei aceptó ese gesto. “Esta es una operación claramente orquestada por un sistema … al que no me seguiré prestando”, escribió. El anuncio se produce en medio de un escándalo que combina acusaciones vinculadas a dinero de un empresario investigado por narcotráfico, filtraciones de un video en la pileta de dicho empresario y presiones internas para que el economista abandone la lista.
Desde el ámbito oficial, el respaldo a Espert fue inmediato, aunque con matices. Milei justificó que la autoridad no puede ponerse en riesgo el proceso electoral y defendió que, aun cuando “nos quieran ensuciar”, “no somos lo mismo”. Sin embargo, la sociedad política del ala libertaria ya venía sacudida: circulaban versiones de que figuras como Karina Milei y Santiago Caputo habían preferido que Espert decline la candidatura. Algunos voceros señalan que fue el Presidente quien terminó interviniendo directamente para impedir que Caiga el candidato.
La renuncia llega cuando el escándalo en torno al vínculo entre Espert y Federico “Fred” Machado alcanzó un punto de ebullición. En los últimos días se difundió un video que lo muestra en la pileta de la casa de Machado —una imagen difícil de negar y que alimenta la lógica de suspicacias que el diputado siempre negó con retórica pero nunca logró desmentir con pruebas contundentes. Esta filtración visual refuerza el argumento de muchos críticos de que la defensa de Espert ha sido demasiado débil, inconsistente y desconectada de la gravedad del proceso judicial que pesa sobre Machado.
Aun así, en sus discursos y posteos, Espert adopta un rol de víctima: asegura que se trata de una “operación mediática”, sostiene que él “nunca tuvo nada que ocultar”, promete demostrar su inocencia “sin fueros ni privilegios”, y acusa al sistema político y mediático de intentar “ensuciar” su figura. Pero su propia conducta —afirmar una renuncia simbólica, retractarse de versiones previas, aparecer públicamente con el empresario cuestionado— lo deja en el papel más difícil: el de un político atrapado por sus contradicciones.
No es la primera vez que la candidatura del oficialismo entra en crisis por escándalos internos, pero pocas veces se vio una renuncia tan dramática y pública. El costo electoral de esta crisis asoma ya como una de las principales amenazas para las aspiraciones de La Libertad Avanza: los votantes, los medios y el electorado en general no preguntan más por propuestas, sino por el narcoescándalo, por el video y por la credibilidad. En ese escenario, la defensa retórica de seguir “en carrera” puede quedar reducida a frase vacía si no aparecen documentos, cuentas claras y pruebas contundentes que respalden las versiones de Espert.
Mientras tanto, la boleta de Espert no desaparecerá: la Justicia electoral ya advirtió que si renuncia demasiado cerca de las elecciones, su rostro seguirá figurando. El partido no puede reemplazarlo legalmente, lo que complica el cálculo político de una retirada.
Este episodio quedará como un caso emblemático: cómo un candidato que exigía “limpieza política” y moralidad hoy termina siendo arrastrado por sospechas, videos, exigencias judiciales y luchas internas. En medio de esa tormenta, lo único que parece firme es que la campaña oficialista ya no gira sobre propuestas, sino sobre daños de imagen, crisis de credibilidad y… la urgencia de que el escándalo no sepulte todo.










