River Plate tropezó en casa e hipotecó una victoria clave al caer 1-0 frente a Gimnasia y Esgrima La Plata en el estadio Monumental, en la fecha 14 del Torneo Clausura. Los hinchas se fueron con silbidos, el equipo no encuentra ritmo y el clásico ante Boca, cada vez más cerca, se transforma en una bomba de tiempo.
La derrota se definió por un penal sancionado en el minuto 62 del segundo tiempo tras revisión del VAR: el árbitro Nazareno Arasa marcó la pena máxima por una sujeción de Suso sobre Martínez Quarta. El encargado de ejecutarla fue Miguel Borja, pero su remate fue de gran factura detenido por el arquero Nelson Insfrán, que se vistió de héroe para el “Lobo”. Luego, en el minuto 10 de la adición, el mismo Borja volvió a tener la oportunidad de igualar, pero nuevamente fracasó.
River no jugó bien. Desde el arranque mostró un bloque ofensivo improvisado, cambió por lesión a Facundo Colidio a los 16 minutos y ese impacto lo condicionó. Los laterales enviaron centros sin precisión, el medio campo pareció flojo ante la constante presión rival y los cambios tardíos de Marcelo Gallardo no surtieron efecto.
Para Gimnasia, el triunfo vale por mucho más que tres puntos: ganó en el Monumental luego de 20 años y lo hizo con toda la fe puesta en el trabajo colectivo, defensa ordenada y un arquero que sacó dos pelotas cruciales. El resultado además complica seriamente a River en sus aspiraciones de entrar a la Copa Libertadores 2026 y agudiza la presión antes del clásico frente a Boca Juniors.
La afición de River, cansada de promesas incumplidas, respondió con una clara señal de descontento: “Que se vayan todos”, cantaron al final del partido. Y no es para menos: con esta caída en casa ya son cuatro partidos seguidos sin ganar como local en diferentes competencias.
Ahora, más que una crisis deportiva, lo que parece estar en juego es la identidad de un equipo que se presume grande, pero no logra sostener su nivel en los momentos clave. Y con Boca a la vuelta de la esquina, la tensión se vuelve insoportable.
