El próximo 10 de agosto culmina la espectacular transmisión en vivo desde el fondo del Mar Argentino, a 3.900 metros de profundidad, que capturó la atención de millones gracias a imágenes inéditas de especies marinas. Se trata de la campaña “Talud Continental IV”, llevada adelante por el CONICET junto al Schmidt Ocean Institute desde aguas frente a Mar del Plata y que, por primera vez, utilizó el ROV SuBastian para explorar entornos abisales inimaginables. Entre los hallazgos más celebrados estuvieron el pulpo Dumbo, la estelar “estrella de mar culona”, rayas camufladas y cangrejos de apariencia alienígena, fueron retratados y compartidos en tiempo real, generando más de 1,6 millones de vistas diariasen YouTube.
Este tipo de conquistas científicas representan lo mejor del CONICET: una combinación poderosa entre exploración de frontera e impacto cultural. Pero, en paralelo, el organismo se encuentra ahogado por las políticas del gobierno de Javier Milei. En apenas 17 meses, la inversión en ciencia y tecnología se desplomó, alcanzando apenas el 0,15 % del PIB, niveles similares a los de la crisis de 2001-2002. Esto ha causado una pérdida de más de 4.000 empleos científicos, una caída del poder adquisitivo del 30 % y la suspensión de convocatorias y becas.
El desfinanciamiento no es teórico: el Decreto 447/2025 redujo al mínimo la autonomía de la Agencia de Promoción de la Investigación, concentrando decisiones en solo tres funcionarios designados por el Ejecutivo. Más del 90 % del financiamiento de cientos de institutos se evaporó, y el Congreso científico denuncia una asfixia institucional que conduce del “cientificidio” al desmantelamiento del conocimiento.
La alternativa es descarnada: mientras el mundo admiró la belleza sorprendente del océano desde su pantalla, miles de científicos argentinos sufren la precarización laboral. Muchos, para sobrevivir, debieron asumir puestos informales, como dar clases particulares o manejar un Uber. La fuga de cerebros no es ya una advertencia: hoy es una realidad.