Pasaron seis días desde que salieron a la luz los audios que desnudarían un entramado mafioso en la Agencia Nacional de Discapacidad (Andis), y el Gobierno de Javier Milei sigue callado. La denuncia no es menor: se trata del robo descarado de fondos destinados a las personas más vulnerables de la Argentina, las personas con discapacidad.
El escándalo que golpea el corazón del poder
Los audios de Diego Spagnuolo, exdirector de la Andis, hablan de un mecanismo de coimas y retornos que involucra directamente a Karina Milei y a su mano derecha, Eduardo “Lule” Menem. Mientras se pedía a los argentinos más ajuste y más sacrificio, se hacía caja con la plata que debía garantizar derechos básicos a miles de familias con discapacidad.
La Justicia ya allanó oficinas y domicilios, secuestró celulares, máquinas contadoras de billetes, sobres con dólares y documentación que apuntaría a una trama sistemática de recaudación ilegal. No es un rumor: hay pruebas físicas de dinero en negro circulando en el entorno más íntimo del Gobierno.
El silencio oficial: complicidad o estrategia
Desde Casa Rosada solo se escuchó una medida tibia: echar a Spagnuolo para sacarse el problema de encima, pero sin dar una sola explicación sobre la participación de la hermana del Presidente.
Mientras tanto, Karina Milei, que maneja el Gobierno en las sombras, no ha declarado hasta el momento como si no tuviera nada que explicar. Eduardo “Lule” Menem, en lugar de ponerse a disposición de la Justicia, salió a victimizarse en redes sociales y a decir que todo es una “operación kirchnerista”. Una excusa tan pobre como insultante frente a la gravedad de las pruebas.
El propio presidente Javier Milei optó por blindar a su hermana. Prefirió hablar de “campañas sucias” antes que dar explicaciones sobre por qué en su gestión se robó la plata de los discapacitados.
El escándalo es doble: un robo económico y una estafa moral. Porque mientras se vetaba una ley que ampliaba derechos para las personas con discapacidad y se reprimía brutalmente a quienes reclamaban frente al Congreso, en paralelo se armaba una maquinaria corrupta para enriquecerse con los fondos de ese mismo sector.
La inmoralidad es tan grande que no sorprende la estrategia de silencio: el Gobierno sabe que no hay defensa posible. Porque no se trata de política, se trata de humanidad. Robarle a quienes menos tienen, a quienes más necesitan del Estado, es un límite que no debería cruzar ningún gobierno. Y Milei y su hermana ya lo cruzaron.
La pregunta que queda flotando
¿Qué más hay debajo de la alfombra? ¿Cuánto tiempo podrá sostenerse un gobierno que llegó prometiendo “barrer la casta” y terminó convertido en la casta más inmoral de todas: la que se enriquece a costa de los más vulnerables?