La secretaria general de la Presidencia, Karina Milei, volvió a quedar en el ojo de la tormenta luego de que la conductora Pamela David señalara en televisión que lucía un Rolex de 35 mil dólares. La versión fue rápidamente desmentida —el reloj sería un modelo suizo de gama media que ronda los mil dólares—, pero el episodio ya había encendido la mecha.
Más allá de la aclaración, la polémica expuso una vez más la fragilidad del discurso oficial: un gobierno que exige “ajuste y sacrificio” a la población no tolera que sus figuras sean asociadas al lujo y la ostentación. El contraste con la realidad económica del país es inevitable, y las redes sociales lo hicieron sentir con dureza.
Los usuarios fueron implacables: memes, críticas y burlas convirtieron el supuesto Rolex en tendencia, dejando en evidencia que la sociedad reacciona con bronca ante cualquier gesto que huela a privilegio.
La reacción del oficialismo fue inmediata y previsible: victimización y amenaza judicial. Karina Milei acusó a David de “mentir deliberadamente” y anunció demandas, mientras el presidente Javier Milei advirtió que “los mentirosos desfilarán por los tribunales”.
Sin embargo, el verdadero problema para el gobierno no está en los tribunales, sino en el clima social. La avalancha de críticas y burlas en redes mostró que el desgaste ya no se limita a la oposición política: la calle y el humor popular también empiezan a incomodar al oficialismo.
Aunque Pamela David se retractó, el episodio deja en claro que el oficialismo pierde reflejos frente al malestar social. Cada paso en falso —real o inventado— se amplifica en redes y golpea donde más duele: en la credibilidad de un gobierno que prometió austeridad pero convive con símbolos de poder y privilegio.
En definitiva, la historia del “Rolex trucho” no es solo un error periodístico: es una muestra del clima de desconfianza que atraviesa a la Argentina y que pone cada vez más nervioso al círculo íntimo del Presidente.