Buenos Aires, Argentina – Una nueva cifra de inflación fue anunciada ayer en Argentina, generando más desconcierto que alivio. Según los datos oficiales, el índice de precios al consumidor se ubicó en un sorprendente 1.6%, una cifra que, de ser real, marcaría una notable desaceleración. Sin embargo, este número contrasta brutalmente con la realidad cotidiana de los argentinos: un dólar en constante ascenso, precios que no paran de subir en los supermercados y un empleo que sigue en caída libre. La brecha entre los datos del gobierno de Javier Milei y la calle es cada vez más profunda.
Números que no Reflejan el Día a Día
El 1.6% de inflación anunciado oficialmente ayer buscaba ser la bandera de un éxito económico. Tras meses de índices altísimos, una cifra así podría sugerir el inicio de una estabilización. No obstante, para la inmensa mayoría de los ciudadanos, este número parece sacado de una realidad paralela.
Mientras el Gobierno celebra la desaceleración “estadística”, en las verdulerías, carnicerías y supermercados, los precios continúan su escalada imparable. Alimentos, servicios básicos, alquileres y transporte siguen aumentando a un ritmo que pulveriza salarios y jubilaciones. La supuesta “calma” inflacionaria no se traduce en un respiro para el bolsillo de la gente, que cada día ve cómo su poder adquisitivo se reduce a la mínima expresión. La desconfianza sobre la veracidad de estas cifras oficiales es palpable en cada conversación y en cada transacción cotidiana.
El Dólar y la Amenaza de una Espiral Sin Control
La principal contradicción de la cifra de inflación “a la baja” es el comportamiento del dólar libre. Lejos de estabilizarse, la divisa estadounidense ha retomado su tendencia alcista en los últimos días, superando barreras psicológicas y alimentando la incertidumbre. Este aumento del dólar no solo encarece las importaciones y recalienta la inflación futura, sino que también es un claro indicador de la creciente desconfianza de los inversores y ahorristas en la sostenibilidad del plan económico del gobierno de Milei.
La disparidad entre un dato oficial de inflación muy bajo y un dólar que no para de subir es un indicio preocupante de que la economía real sigue operando bajo otras reglas. La amenaza de una nueva espiralización de precios, impulsada por la devaluación silenciosa del peso frente al dólar, es un fantasma que vuelve a sobrevolar la Argentina.
El Empleo preocupa
Para completar el sombrío panorama, las cifras de empleo continúan siendo alarmantes. La caída en la actividad económica y la recesión profunda que atraviesa el país se traducen directamente en pérdida de puestos de trabajo y una creciente precarización. Las pequeñas y medianas empresas, motor del empleo en Argentina, son las más afectadas por la brutal caída del consumo y la falta de financiación.
Mientras el Gobierno insiste en el ajuste como única vía, la realidad muestra una sociedad que se empobrece a pasos agigantados, con menos oportunidades laborales y un futuro cada vez más incierto. La falta de un plan integral que atienda la emergencia social y que promueva la recuperación del empleo, más allá de los discursos de “equilibrio fiscal”, es una de las grandes deudas de la administración actual.
En definitiva, la cifra de inflación del 1.6% parece un espejismo en medio de una tormenta. Los argentinos no viven de estadísticas de laboratorio, sino de la realidad de un dólar que sube, precios que ahogan y empleos que desaparecen. La paciencia social tiene un límite, y la desconexión entre el relato oficial y la cruda verdad de la calle se agudiza día a día.