La visita prevista que el presidente Javier Milei tenía para recorrer la peatonal San Martín en Santa Fe se vio abruptamente interrumpida tras incidentes protagonizados por manifestantes en su contra. Con empujones, lanzamiento de objetos e insultos, la tensión se trasladó a las calles del centro santafesino, obligando al gobierno a cancelar esa parte de la agenda. Se reportan al menos tres detenidos.
El mandatario había aterrizado en la capital provincial con una fuerte presencia policial y un operativo de seguridad montado con antelación. Según Infobae, parte del desorden se generó cuando militantes del ala izquierdista se enfrentaron a simpatizantes libertarios que aguardaban la salida de Milei del hotel donde se hospedaba, cerca de la zona del puerto. En paralelo, medios como Clarín reseñan que hubo lanzamiento de huevos, empujones entre bandos y forcejeos con las fuerzas de seguridad.
El plan original contemplaba que Milei caminara acompañando al candidato local Agustín Pellegrini, recorriendo locales y atendiendo reclamos ciudadanos. Pero la escalada de los incidentes alteró la logística: el Presidente fue trasladado al hotel y saludó desde el balcón a los militantes que se encontraban en el exterior. Luego viajó rumbo a Paraná, Entre Ríos, donde mantiene parte de su gira electoral.
Que Milei no pueda circular libremente en una ciudad como Santa Fe no es aislado. En otras visitas previas —como en Ushuaia, donde debió suspender recorridos programados por el rechazo popular— la manifestación de descontento ya ha interferido con su agenda. Pero lo significativo esta vez es que ocurre en un distrito con peso electoral, y en medio del escándalo que involucra a José Luis Espert. Las protestas no solo expresan rechazo a su persona, sino repudio a las políticas económicas que muchos perciben como responsables del deterioro social.
Este episodio confirma algo evidente: cuando el maquillaje discursivo del gobierno se enfrenta con la realidad del hambre y la precarización, los actos públicos ya no se pueden sostener. La protesta virulenta que lo obligó a suspender su caminata es un síntoma más de que el modelo económico que dice «libertad» se traduce para muchos en restricciones reales para vivir.










