Home / Economia / “No, los sueldos no son de US$1.200” solo el 10% de los argentinos alcanza esa cifra mientras crece la desigualdad; el promedio es de US$ 600

“No, los sueldos no son de US$1.200” solo el 10% de los argentinos alcanza esa cifra mientras crece la desigualdad; el promedio es de US$ 600

El último informe del INDEC sobre la distribución del ingreso derribó uno de los principales slogans del gobierno de Javier Milei: que los argentinos “ya ganan en promedio 1.200 dólares por mes”.
Según los datos oficiales correspondientes al segundo trimestre de 2025, el ingreso promedio individual fue de $879.285, equivalente a unos 600 dólares, y apenas el 10% más rico de la población supera el equivalente a 1.700.000 pesos (unos 1.170 dólares). Es decir, solo una minoría concentrada en la cúspide de la pirámide social puede acercarse a la cifra que el Presidente presenta como un logro general.

Lejos de la épica libertaria, las cifras del propio Estado argentino exhiben un país donde la desigualdad crece a ritmo récord, empujada por políticas económicas que priorizan la especulación financiera, la apertura indiscriminada de importaciones y la licuación de salarios y jubilaciones.

La realidad cotidiana de los trabajadores, jubilados y familias argentinas desmiente el relato oficial. El modelo económico de Milei no derrama hacia abajo: aplasta hacia abajo. El ajuste permanente, la dolarización encubierta de precios y tarifas, y la eliminación de toda política de contención social dejaron a millones de argentinos fuera del sistema. Hoy el salario real está entre los más bajos de la región y el consumo interno se derrumba mientras unos pocos concentran ganancias récord.

Hablar de “promedios” es una trampa que esconde el drama de fondo: la Argentina de la mayoría vive con ingresos de miseria, en un país donde el alimento, la energía y la vivienda se volvieron bienes de lujo. Las promesas de libertad se transformaron en una libertad para pocos: la del mercado, la de los grandes grupos económicos y la de los especuladores financieros que se enriquecen a costa del hambre de la gente.

El discurso del Presidente sobre los “1.200 dólares” es una burla para quienes todos los días luchan por llegar a fin de mes. Mientras Milei celebra sus números desde un atril, en los barrios la realidad es la de ollas populares, changas y familias que deben elegir entre pagar el alquiler o comer.
Nada de eso entra en sus estadísticas, pero sí se siente en las calles, en los comercios vacíos y en el desaliento general de una sociedad que se empobrece a pasos agigantados.

Lejos de ser un error de cálculo, el relato económico del gobierno es una construcción ideológica destinada a negar la desigualdad y justificar el ajuste. Pero los datos —del propio INDEC— son implacables: la distancia entre los que más ganan y los que menos tienen se amplía cada trimestre, y el país real, el del trabajo, el esfuerzo y la dignidad, se hunde mientras el poder se reparte entre los mismos de siempre.

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